Santiago Bernia encontró el lugar que creyó adecuado para explotar una pequeña finca de viñedo en las proximidades de la población de Campo Arcís, en el término de Requena, y adquirió en 2006 una finca de 6 hectáreas de vid en la partida de Las Quinchas del Hoyo, junto al Cerro Gallina. Los vecinos aconsejaban emprender una reestructuración con aquel viejo viñedo, que incluso había llegado a estar sin ser trabajado durante dos años.
Pero por fortuna, el enólogo José Hidalgo convenció al nuevo viticultor de que aquellas vides de Bobal, algunas de 90 años, todavía tenían mucho que decir y de que con ellas se podía hacer un vino ‘que definiese la identidad de la varietal con ese patrimonio enológico’.
Santiago Bernia en su sala de barricas
En este tiempo transcurrido se ha recuperado el vigor de la viña sin recurrir al abonado, practicando un meticuloso trabajo de poda año tras año, dirigido por el técnico de campo Enrique Pérez. Con la viña totalmente recobrada llegó la añada de 2011, con una primavera fresca, verano caluroso y un inicio del otoño en el que no hubo la temida gota fría, por lo que la cosecha fue excelente. Durante la vendimia se realiza una triple selección de la fruta, la primera de las cuales tiene lugar en el campo.
Cuando los racimos llegan a la bodega pasan por mesa de selección, a la que sigue otra en la que se eligen los granos después del despalillado. En la parte interior del racimo de Bobal crecen pequeños granos de uva que no llegan a madurar y que es preciso separar para evitar amargores y asperezas. La fermentación es espontánea, 
con las levaduras silvestres que transporta el propio grano de uva. La maloláctica se realiza en distintos tipos de barricas de roble francés de grano fino. Éstas están montadas en unos rodamientos sobre los que giran una vez a la semana durante los 18 meses que llega a durar la crianza, para propiciar la autolisis de las levaduras y que sus manoproteínas (polisacáridos) ayuden a redondear con su sensación dulce el paladar del vino, le den cuerpo y suavicen los taninos y la acidez.
Este CERROGALLINA de 2011 impresiona con su color rojo intenso, casi opaco, con ribete vivo de tonos amoratados. Muestra una nariz rica en matices de frutos rojos y negros maduros, con suave perfume de maderas nobles, balsámicos y recuerdos especiados, como de pimienta jamaicana. Es profundo, elegante y ganará en complejidad. En el paladar es potente, con marcados taninos y un buen punto de frescor, con mucha fruta, sabores de ciruelas rojas, de arándanos y unos maravillosos frutillos rojos en el fondo de la boca.
Un vino con hechuras de zona más continental y espíritu mediterráneo con un paladar potente, denso, sabroso y carnoso.
Cerrogallina 2011, pvp aproximado: 17 €
