Las alcachofas, esos vegetales verdes y espinosos que pueden parecer intimidantes a primera vista, son en realidad tesoros culinarios cargados de sabor y resultan muy beneficiosas para la salud
Las alcachofas (Cynara scolymus) tienen una rica historia que se remonta a la antigua Grecia y Roma. Originarias del Mediterráneo, estas versátiles verduras han conquistado las mesas de todo el mundo, añadiendo una dimensión propia a la cocina.
Son ricas en fibra, fósforo, hierro y potasio, vitaminas del grupo B (tiamina y B6), vitamina C, esteroles y cinarina. Además, son alimentos bajos en calorías, lo que los convierte en una opción saludable para incluir en tu dieta, ya que ayudan en la digestión y tienen propiedades antioxidantes.
De todos sus componentes, los más interesantes por sus efectos fisiológicos positivos son, por una parte, los esteroles, con capacidad para limitar la absorción del colesterol en el intestino; y la cinarina, una sustancia ácida con efecto colerético, es decir, con capacidad para aumentar la secreción biliar. La cinarina además de hidrocolerética es hipocolesterolemiante y disminuye el cociente beta/alfa de las lipoproteínas. También es diurética, provoca mayor expulsión de orina.
La cinarina es una sustancia amarga presente en estas plantas que contribuye al sabor característico de las alcachofas. Esta amargura es más notable en las hojas exteriores y disminuye su intensidad hacia el corazón de la alcachofa. Aunque algunos prefieren quitar las hojas más duras para reducir la amargura al cocinar.
Por otro lado, su bajo contenido en calorías hace que las alcachofas sean especialmente aconsejables en dietas adelgazantes.
Las alcachofas son la parte comestible de la planta, las inflorescencias, y son más que un simple vegetal, son una experiencia culinaria de suave sabor amargo y múltiples texturas dependiendo de la forma en que las cocinemos. A continuación, un ejemplo interesante y creativo de receta de alcachofa:
Alcachofas con Almejas
Ingredientes para cuatro personas: 8 alcachofas cocidas al dente, 500 g de almejas limpias, aceite de oliva virgen extra, 1 diente de ajo, 1 cebolla, un chorrito de vino blanco seco y ácido, perejil y pimienta. No hace falta poner sal, el caldo que sueltan las almejas es más que suficiente.
Proceso de Elaboración:
En una fuente amplia, dora el ajo muy picado y sofríe la cebolla cortada en juliana.
Cuando la cebolla comience a tomar color, agrega una cucharadita colmada de harina de trigo (o media de harina de maíz), medio vaso del líquido de cocción de las alcachofas y el vino blanco.
Añade las almejas para que se abran con los vapores de la cocción.
Una vez que las almejas estén abiertas, reincorpora las alcachofas cocidas y el perejil picado.
Deja que la mezcla se cocine durante unos 5 o 6 minutos para que los sabores se integren perfectamente.
¿Cómo se limpian las almejas antes de cocinarlas?
Limpiar las almejas antes de cocinarlas es fundamental para eliminar impurezas. Para ello, comienza aclimatándolas en un recipiente con un litro de agua fría y 30 gramos de sal (una cucharadita colmada) durante aproximadamente 20 minutos, permitiendo que expulsen restos de arena y sedimentos.
Luego, realiza una inspección visual descartando aquellas almejas rotas o abiertas. Emplea un cepillo suave de cocina bajo agua corriente para una limpieza delicada, evitando sumergirlas por mucho tiempo para preservar su frescura.
Y para acompañar este plato sugerimos una copa de Amontillado, un tipo de vino generoso, tanto de Jerez como de Montilla-Moriles, que liga muy bien con los matices salinos de las almejas y que es capaz de soportar los sabores amargos de las alcachofas, tan difíciles de armonizar con una bebida.
