Lo que comenzó como una afición al plantar unas hileras de viñas y hacer un poco de vino para compartirlo con los amigos acabó en un proyecto enológico de reconocido prestigio / En la imagen superior, Francisco Uribes en el Pago Calzadilla /
Francisco Uribes y Celia Madero adquirieron la finca Calzadilla a un familiar, llamada así por estar próxima a la calzada romana por la que se transportaba el lapis specularis (espejuelo) de las canteras de Segóbriga. Este mineral de yeso era muy apreciado en la antigua Roma, donde era utilizado a modo de cristal en las ventanas.
En 1979 comenzaron a plantar las primeras viñas, cuando aquello era un trozo de monte, en unas colinas que sobresalen en el entorno llano de La Mancha, en el término de Huete, plena Alcarria conquense.
De manera paulatina fueron extendiendo el viñedo y comprobaron que su vino gustaba, por lo que en 1992 etiquetaron sus primeras 3.000 botellas. Hoy es su hija Paula quien decide en el viñedo, con una superficie de 20 hectáreas distribuidas en 22 parcelas que escalan las laderas de los cerros hasta llegar a los 1.000 metros de altitud, para elaborar una producción anual de 70.000 botellas.
Uribes y Madero fueron en un principio precursores de Pagos de Castilla-La Mancha, que después se extendió a Pagos de Castilla-León y que, finalmente ampliada, la asociación que congrega a este selecto grupo de bodegas quedó constituida como Grandes Pagos de España.
La formación de Uribes como arquitectico le ha permitido crear su particular mundo enológico, desde el diseño de la formación de las terrazas en el viñedo, el sistema hidráulico que sube la cosecha hasta la mesa de selección, los depósitos de acero inoxidable, con sus correspondiente aberturas especialmente pensadas para la buena accesibilidad al sombrero y poder trabajar con él sin necesidad de remontados ni bombeos; además del edificio de la bodega y las galerías subterráneas donde reposan las botellas.
Elaboran cuatro vinos tintos, desde el más joven, el ‘Opta’, frutal, floral, fresco y goloso; pasando por el ‘Allegro’, hecho con Sysah, expresivo, delicado, frutal, fresco, especiado y floral; y el ‘Calzadilla Classic’, el primer vino que 
hicieron, que con 14 meses en barrica concentra el carácter de la bodega, fruta roja y negra bien madura, mesura en los especiados y tostados, frescura, profundidad y equilibrio.
El tope de gama lo pone el ‘Gran Calzadilla’, hecho con Tempranillo (75%) y Cabernet Sauvignon, con una permanencia de 18 meses en barrica de roble americano. El de 2007 es de color rojo picota de capa media, con ribete poco evolucionado. Aroma de buena intensidad, a frutos negros maduros, balsámicos, cacao, grafito, es complejo, elegante, va conquistando poco a poco, el tiempo ha integrado muy bien las maderas, que no resaltan. Tiene buena entrada de boca, con cuerpo y estructura, taninos potentes y pulidos, equilibrado, fresco, vuelve la sensación a fruta roja y negra (arándanos). Un vino serio, penetrante, con personalidad propia, maduro, en su mejor momento.
Gran Calzadilla 2007: 37 €
