Los vinos de la Ribeira Sacra no se pueden comprender del todo si no se ha visitado esta zona vitícola de montaña durante el período en el que transcurre la vendimia / Luis Moreno Buj – @luismorenobuj / StylusVinum /
Las escarpadas laderas de los cañones de los ríos Miño y Sil son recorridas por grupos de vendimiadores que acarrean a hombro las cajas con la cosecha, en algunos lugares las depositan en una plataforma que sube por raíles hasta donde pueda llegar un vehículo, o navegan hasta la viña en bote porque no hay acceso por la accidentada pendiente, o alguno de ellos se pone un arnés ligado a unas cuerdas para cortar unos racimos sin peligro a despeñarse.
Aunque la mayor parte del viñedo de esta DO se encuentra en la parte de Lugo, también hay vides en las vertiginosas laderas de la otra orilla del Sil y sus afluentes, ya en Ourense. Allí se encuentra Adega Ponte da Boga, construida con piedra y pizarra a finales del siglo XIX, que elaboró y distribuyó sus vinos durante décadas por las provincias adyacentes como ‘vino de Castro Caldelas’.
La emigración y el consiguiente abandono de parte del viñedo obligaron a cerrar sus lagares hasta que fue adquirida en 2005 por el grupo Hijos de Rivera, propietarios también de la cervecera Estrella Galicia. En la bodega el responsable técnico es Rubén Pérez y cuentan con el consultor Dominique Roujou de Boubée, enólogo de formación bordelesa que asesora a diversas bodegas repartidas por diferentes zonas españolas, entre ellas la valenciana Los Frailes, en Fontanars dels Alforins.
En Ponte da Boga trabajan la viticultura en producción integrada con la varietal autóctona Mencía, la reina de las uvas negras en la Ribeira Sacra, pero también con las Merenzao, Brancellao, y las blancas Godello y Albariño. La Brancellao (Sousón) es utilizada en Galicia y Portugal de manera tradicional para combinarla con otras varietales, por su capacidad para producir vinos aromáticos, de buen grado, untuosos y de cuerpo ligero. Hasta hace poco se decía que no era adecuada para la elaboración de crianzas, por lo que hay pocos ejemplos de vinificación en solitario. Pero aquí está este “Porto de Lobos”, hecho con la minoritaria Brancellao de una única parcela conformada por minúsculos bancales en pendiente con suelos de esquisto.
El Porto de Lobos de 2011 tiene una permanencia de 10 meses en barrica de roble francés. Su color es rojo picota, de buena capa, todavía presenta tonos violeta en el ribete. Aroma delicado, con recuerdos florales, herbáceos y a especias, sobre un fondo de vivos frutillos rojos. Tiene buena entrada de boca, es untuoso, de cuerpo medio y correcta acidez, largo, con un carácter muy personal que le da su naturaleza entre atlántica y continental.
Porto de Lobos 2011: 26 €
