La bodega alicantina Gutiérrez de la Vega sorprende con un vino generoso de Moscatel criado bajo velo flor y prepara la salida al mercado del nuevo dulce Esencia / Luis Moreno Buj – @luismorenobuj / StylusVinum /
Cuando Felipe Gutiérrez de la Vega inició su andadura como viticultor y bodeguero en 1972 lo hizo de la mano del tío Raimundo, familiar de su mujer y compañera de fatigas, Pilar. Este veterano agricultor fue el que le enseñó las labores del campo, la viticultura, a injertar y a podar. A partir de ahí comenzó a experimentar en la elaboración de vinos de postre y en 1985 inició la comercialización de su primera añada de 1981.
Las instalaciones enológicas están ubicadas en la población alicantina de Parcent, y los viñedos distribuidos en tres zonas, acorde al tipo de terreno y a la varietal. En la sierra de Salinas, a pocos kilómetros de Villena, trabajan la Monastrell; la Giró (Garnacha) crece en el valle del río Xaló, y el Moscatel en Xàbia. Gutiérrez fue pionero en su zona en la elaboración de vinos dulces que no fuesen mistelas, en blancos secos de Moscatel, en hacer un espumoso dulce y en apostar por las castas autóctonas en plena moda de plantar las foráneas más internacionales. De la misma forma que ha sido un adelantado a las tendencias actuales de poner en valor el terruño, o incluso en el empleo de cantidades mínimas de sulfuroso.
En ocasiones, este afán innovador resulta incompatible con algunas de las normativas dictadas por las denominaciones de origen, que en muchas ocasiones han de estar más pendientes de la calidad de los vinos industriales que acogen y dar más margen a la innovación y creatividad en la calidad.
Este es el caso de Bodegas Gutiérrez de la Vega, que prefirió salir hace un año de la DOP Alicante antes que cumplir un tipo de reglamentación que, para ellos, “no tiene sentido ni protege mis intereses, sobretodo en cuanto a vinos dulces se refiere”, nos asegura Gutiérrez. Ahora la bodega alicantina sorprende con dos nuevos vinos.
Uno es el Esencia, hecho con uvas de Moscatel de Alejandría pasificadas en penumbra. Fermenta durante 12 meses, hasta que queda en 8 grados de alcohol. Un elixir denso, sedoso, dulce, floral y cítrico.
El otro es el Tío Raimundo, un vino generoso seco de Moscatel criado bajo velo flor que se mantiene durante sus 18 meses de crianza biológica en barrica de roble francés. Color dorado, aroma intenso, frutos secos, flor marchita, aldehídos, ajerezado. Muy seco en el paladar, con cierto cuerpo pero de paso ligero, fresco, con notas amoscateladas, recuerdos cítricos y elegante final amargoso, en un interesante ejercicio de creatividad enológica.
Tío Raimundo 2013: 10 €