Elegante clasicismo en Cáceres

RESTAURANTE ATRIO, CÁCERES.
Francisco Palanca, 10 de noviembre de 2009, www.ojoalplato.com.

Estando en tierras extremeñas era obligado, necesario y deseado hacer una visita a este restaurante, al tratarse de uno de los nueve establecimientos españoles con dos estrellas Michelín.

La entrada está en el interior de un patio de manzana, con una fachada pintada de un color bastante llamativo. Esto no es nada cuando se ve el interior, pintado de un color rojo sangre, que hace que las dimensiones del local, que no son muy generosas, aparenten ser menores. Las cortinas de tipo damasco dan un aire muy clásico al local.

Toño Pérez, chef del restaurante salió a conversar con nosotros al final de la comida y nos dijo que para el próximo año se trasladan a un local en el casco histórico de Cáceres, en la plaza de San Mateo, seguro que ganan en espacio y el entorno es mucho más bonito.

La mesa bien acondicionada, con las vajillas y las cuberterías también de un aire muy clásico, aunque embutida en el fondo del local, seguramente porque llevábamos un carro de bebé. No sé si nos pusieron allí con la finalidad de que no nos molestase nadie o de que no molestásemos nosotros a nadie, el caso es que cada vez que mi hija, sentada a mi derecha, necesitaba salir, yo me tenía que levantar de la silla y apartarme de la mesa para que ella pudiese pasar. Seguro que el carro del niño condicionó bastante nuestra colocación.

Las copas para el vino, iguales que las del agua, me parecieron inadecuadas para un local de esta categoría.

En mi casa he probado el mismo vino con una copa que me parece más idónea, la modelo Syrah de Riedel, y lo encuentro en ella más expresivo, con un abanico más amplio de aromas y de mayor intensidad. Un local como este debería esmerarse más en la elección de las copas, sobre todo teniendo en cuenta los precios que aplica a los vinos.

La carta de vinos es espectacular, muy extensa. Y seguro que muy equilibrada ya que, debido a su extensión, es difícil de valorar. Ha recibido unos cuantos premios. Existe un índice al principio para guiarse. Parece que tiene entre mil y dos mil quinientas referencias, según distintas versiones, pero sin la ayuda de un sumiller, como fue el caso, totalmente inútil si no sabes a priori lo que quieres, nadie es capaz de leérsela para elegir el vino. Se puede adquirir al precio de 107 euros, como indica la web del restaurante.

Tuvimos la suerte de que se acercara un camarero, seguramente al ver nuestra cara de desolación, y nos recomendó un vino que precisamente no figuraba en la carta, ya que había salido al mercado esa misma semana. A falta de sumiller, aceptamos su sugerencia para tomar “Habla del Silencio…”, un vino extremeño del 2008, elaborado por las Bodegas Habla con las variedades Syrah, Cabernet Sauvignon y Tempranillo. Es un vino de segunda línea de la bodega que resultó bastante agradable. Precio 34,24 euros con IVA incluido. A la salida compramos en una tienda gourmet tres botellas por once euros cada una. Sin comentarios.

El servicio del vino regular, ya que la primera vez nos llenaron las copas hasta la mitad, se dieron cuenta y en los siguientes servicios fueron más comedidos. El sumiller no apareció por ningún lado. El resto de los aspectos del servicio bien, muy correcto y puntual. La sala gobernada por José Polo, que estuvo atento en todo momento al desarrollo de la comida.

La carta de platos tiene la posibilidad de elegir entre tres menús. Uno reducido, del que se escogen dos medias entradas, un pescado o una carne y un postre, por 88 euros, IVA incluido. El segundo es el menú normal en el que se escogen dos medias entradas, un pescado, una carne y un postre, este tiene un precio de 98 euros con IVA. La tercera posibilidad es el menú degustación, este es completamente cerrado, excepto alergias u otro tipo de impedimentos, el precio de este es de 108 euros con IVA. Todos los platos resultaban muy apetitosos leídos en la carta, y la calidad de la cocina está fuera de toda duda, como así pudimos comprobar. Nosotros elegimos el menú normal.

Nos sirvieron dos aperitivos, el primero un milhojas de boquerón, con unas cremas muy sutiles sobre las que destacaba excesivamente el sabor del vinagre del pescado.

El segundo aperitivo, fue un capuchino de boletus y foie. Parecía efectivamente un capuchino, pero al comerlo, tomando cucharadas verticalmente afloran un conjunto de texturas que sorprenden. Me resultó satisfactorio, más que el primero.

Uno de los primeros fue pulpo con pimentón de La Vera, emulsión de patata y aceite. Tierno, sabroso y suave. Me gustó.

Otro de los primeros consistió en un ravioli con crema de crustáceos. También estuvo bueno.

Les siguieron el foie con manzana y ensalada. Materia prima de primera calidad y en su punto.

También tomamos un primero elaborado con secreto ibérico y chipirón. Combinación de tierra y mar bastante conseguida.

Llegado el turno de los pescados cada comensal eligió un plato diferente. Uno consistió en vieiras con hongos. Otra combinación bien equilibrada a pesar de la distinta procedencia de los ingredientes.

Otro plato de pescado fue una ensalada de verduras asadas con bogavante, espuma de azafrán y panceta ibérica. En la línea del anterior.

El tercer plato de pescado consistió en salmonete con crema de cítricos y falsas escamas. El pescado estaba en un punto correcto de elaboración y con una presentación original. Me lo tomé muy a gusto.

En los platos de carne destacaría la calidad de la materia prima, dejando la elaboración en un segundo plato. Uno de los platos, que pedimos dos de los comensales, fue el solomillo de retinto con hierbas aromáticas. Correctos los puntos pedidos, uno poco y el otro bastante hecho. Buena de sabor y sencilla elaboración. Tampoco requería más.

El otro plato de carne, cabrito al horno en su jugo. Bien guarnicionado y la presentación más original que la del solomillo.

Los postres que elegimos también fueron diferentes. Uno fue tarta tibia de chocolate con helado de vainilla. Bonito plato y suculento.

Otro de los postres piña caramelizada con azúcar moreno y helado de coco. Muy conseguido, tanto estética como gustativamente.

El tercero de los postres era torta del casar natural, helado del mismo queso, acompañados de crema de membrillo y aceite. Delicioso, sobre todo sorprendió el sabor del helado de torta del casar.

Con los cafés, aunque de entrada el precio pueda parecer caro, 5 euros cada uno, no lo es, debido a la cantidad de dulces que sacan para acompañarlo.

En primer lugar un sorbete ligero de tiramisú. Muy bueno.

Luego unas tejas elaboradas con distintos ingredientes, originales pero tuvieron poco éxito.

Después unas trufas que estaban exquisitas. Éstas sí que triunfaron.

También sacaron esos pequeños bocados denominados petit fours. Unas pequeñas magdalenas, gominolas, unas pirámides de bizcocho de chocolate, etc.

En conclusión, toda una experiencia comer en este restaurante, aunque los dos detalles negativos reseñados, el de las copas y el de la estrechez del sitio en que nos colocaron, no impiden que la valoración global sea muy positiva. Destaco la más que satisfactoria elaboración de todos los platos y el esmerado servicio, aun faltando el sumiller en la sala. Muy recomendable.

Cuando visitamos este restaurante todavía se encontraban en el antiguo emplazamiento de la Avenida de España. En la actualidad está en la Plaza de San Mateo, nº 1, en el centro de la zona monumental de Cáceres, ubicado en el Hotel del mismo nombre.

Atrio Restaurante Hotel
Plaza de San Mateo, 1
10003 Cáceres
T. +34 927 242 928
F. +34 927 226 045
info@restauranteatrio.com
www.restauranteatrio.com

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