La falta de visión comercial de la industria tradicional y las garras de la especulación urbanística acabaron con buena parte del barrio de Obradores de Manises (Valencia) y con su rico patrimonio cultural, con un espacio que llegó a ser el enclave de producción cerámica más importante de Europa, con más de 150 fábricas y decenas de alfarerías. De aquella próspera industria sólo queda en activo una fábrica y DoManises, un taller artesano que lucha por mantener viva una tradición centenaria. / Texto: Carmen Pastor / Fotos: Luis Moreno /
En el subsuelo del taller de Juan Carlos Iñesta (Manises, 1971) duermen los restos de un taller cerámico del siglo XIV. Un pasado que ha marcado la historia de una localidad tradicionalmente ligada a la cerámica y que, como explica Iñesta, sale a relucir a golpe de patada: “cuando voy a pasear al perro, raro es el día que no me encuentro fragmentos de cerámica del siglo XIV o XV por los descampados del barrio“. Iñesta carece de antecedentes vinculados a la producción cerámica, pero sí al trabajo artesanal (su bisabuelo soplaba vidrio y su abuelo era ebanista). Desde pequeño tuvo inquietudes plásticas y su familia le animó a dirigirlas hacia la alfarería. Y no se equivocaron. La habilidad de sus manos impresiona. Admirar como sus dedos convierten una pella de barro en una pieza de cerámica es algo casi mágico. Entre otras cosas, porque a la destreza manual, se suma su sensibilidad estética. Además, Juan Carlos Iñesta ha conseguido aunar con absoluta naturalidad tradición y vanguardia.
Nada más acabar su formación Iñesta abrió su primer taller, un humilde espacio de poco más de 30 m2 sin agua ni luz y un torno de pie, pero sus habilidosas manos destacaron rápido. “No tenía horno y cocía fuera de mi taller. Dejaba las piezas y cuando volvía a por ellas preguntaba cuánto debía y no me querían cobrar, pero veía que, a cambio, se quedaban varias muestras. Entonces no decía nada porque era un crío y porque pensaba que si me estaban copiando era porque algo estaba haciendo bien”, recuerda Iñesta. Con los ahorros de dos años consiguió instalarse en el que había sido el almacén de loza y vidrio de su abuelo y con el tiempo creó DoManises, su propia marca.
Iñesta combina el trabajo en el taller con la docencia (colabora con la UPV y con la EASD) y se autodefine como maestro artesano e investigador cerámico. Su especialidad es la alfarería tradicional y, de hecho, intenta que todos los encargos que llegan a Domanises puedan pasar por sus manos, por el torno, por el trabajo artesanal que hace que cada pieza sea única, personalizada, que no haya dos obras exactamente iguales. Por eso intenta restringir el uso del molde únicamente a las piezas que llevan apliques o accesorios y a aquellas que mezclan materiales. En esos casos, explica el ceramista, “tenemos que producir una pieza que sea muy uniforme porque tiene que haber un encaje perfecto entre los diferentes materiales y en el torno se puede hacer, pero es muy costoso y económicamente no resulta viable”.
El 80% de la producción de Domanises son encargos para diseñadores de toda España (Agustín Esteso, La Mamba Studio, Thinkersco, Andrea Santamarina, Joan Rojeski, PhotoAlquimia…). Un trabajo que para alguien apasionado por los retos como Iñesta siempre resulta muy interesante: “cada proyecto es diferente, tratas con mucha gente y eso está muy bien porque cuantos más partners somos, más visibilidad tenemos y es más facil llegar a más público“. Pero también reconoce que a veces requiere mucho esfuerzo: “al principio es complicado porque el diseñador viene con un criterio muy claro de lo que quiere y cuando nos metemos en materia vemos que no es viable, que tenemos que modificar cosas del producto. Aún así, luchamos por evitar hacer cambios. De hecho, apostamos por llevar al límite la cerámica y para ello a veces hay que ingeniar nuevas herramientas que permitan generar esos productos“.
Iñesta considera que una de las cosas más interesantes de la cerámica es que no hay un límite de invención “eso de que está todo inventado no es real. El problema es que hay que invertir mucho tiempo en investigación, por eso yo me autodenomino investigador porque dedico muchas horas a investigar a nivel formal, técnico e histórico, a veces tenemos que volver atrás para hacer cosas nuevas“. Para Iñesta la actual revalorización del trabajo artesanal responde a la necesidad de la gente de “poder tocar algo físico, de poner los pies en la tierra y bajar de la nube de este mundo globalizado“. Pero también al deseo de diferenciarnos, “la gente quiere cosas exclusivas en casa y a buen precio, y la artesanía es una buena forma de conseguirlo sin una gran inversión. La mano de un artesano siempre tiene un valor que no va a tener una pieza de Ikea o de Zara Home”.
Su inquietud profesional también la focaliza hacia la obra de autor. Desde sus inicios, el ceramista ha dedicado parte de su tiempo a diseñar y producir obra propia, piezas contemporáneas con un lenguaje personal, que comparte con el ceramista Vicente Ajenjo y que le han valido numerosos premios. Además, fruto de la investigación, Juan Carlos Iñesta fue galardonado con el Premio Nacional de Cerámica 2012 por aportación técnica e innovación dentro del diseño cerámico. “Conseguimos aplicar un código QR en una pieza cerámica que nos linkaba a Instagram“, explica Iñesta.
Otro ejemplo de su ansia por actualizar el trabajo artesanal y de estar siempre abierto a nuevas ideas es el proyecto Dovase. Se trata de una aplicación móvil, ideada junto con el estudio Thinkersco, con la que el usuario diseña sus propias piezas en su tablet para que posteriormente se ejecuten en el taller. Además, Domanises tiene un marcado carácter didáctico que se materializa en lo que llaman las experiencias o workshops, en ocasiones dirigidos a diseñadores, pero habitualmente abiertos a todos los públicos.
Entre la oferta, destacan los tallares de Raku, el de Fossil Ceramics y el de Petitou. Raku es una técnica japonesa en la que la pieza necesita un periodo corto de cocción y que, por tanto, permite al participante llevarse su obra a casa. Con Fossil Ceramics se invita a la exploración, a crear nuevas herramientas y generar formas únicas. Y para los más pequeños programan el taller Petitou. El nombre responde a una pequeña pieza con forma de huevo con la que los niños de Manises se iniciaban en la arcilla.
Domanises informa de todas las actividades en las redes sociales, una nueva ventana al público que para Iñesta es imprescindible: “yo recuerdo en mis inicios que quería vender piezas en tiendas y en un día visitaba cuatro, hoy tenemos centenares de entradas en Facebook. Y la web, que pensaba que no tenía mucha visiblidad, y de repente en un mes tienes más de mil entradas y eso para ser una producción artesanal y de cerámica me parece que es mucho“. Aún así, Iñesta reconoce que es un oficio con el que, pese a los esfuerzos, es difícil conseguir una rentabilidad económica acorde al trabajo, “no se puede vivir bien, se puede vivir a secas. Estamos muy apretados por un exceso de gastos y pagos que no son soportables para la artesanía, las materias primas cada vez más caras, se te comen los impuestos y además ¡un 21% de IVA!“, añade. Pero no es algo que le preocupe en exceso. La pasión por su trabajo le impide gastar energías en lamentos. Iñesta solo mira hacia adelante. Y además, es muy optimista respecto al futuro.
You don´t need objects, you need tools. from Thinkers Co. on Vimeo.