Restaurante Casa Carmela
Dirección: C/ Isabel de Villena 155 – Valencia
Teléfono: 963710073
Tú que eres de Valencia ¿dónde me llevas a comer un buen arroz? / Texto y fotos: Juan Jimeno /
Aterradora pregunta que, en muchas ocasiones, conseguía acelerarme el pulso y que se me erizase la piel pensando dónde podía llevar a comer a esos amigachos foráneos, de paladares con nota, que venían ávidos de comer una buena paella. Pocos sitios y no tantos como quisiera.
Había épocas en las que el nivel medio era el esperado y acertabas sin preocuparte demasiado en la elección. Pero, amigo, en otros momentos, casi prefería que se me tragase la tierra: grandes lugares emblemáticos reconvertidos en nidos de bandoleros; otros que aspiraban a serlo, tras aprobar un curso de cocina a distancia; ¿arroz, cuál?, da igual, niño, ese mismo, carne de dudosa calidad y verduras de oscura procedencia y que además le acertaban menos el punto de cocción correcto que si estuviesen jugando al Euromillón.
Menos mal que aún siguen existiendo buenos y grandes defensores de la buena mesa y mantel. No muchos, es verdad, pero afortunadamente bien conocidos y reconocidos por los que tenemos alguna inquietud al respecto.
Uno de ellos, sin necesidad de salir de la ciudad, Casa Carmela. Enclavado cerca al mar, casi a su vera, en el que se respira una cocina valenciana serena, sin estridencias, trampantojos tan de moda, ni ensayos clínicos de laboratorio. Cocina de cuchara, con raíces como las de una sequoia y a la que, tras la comida, no puedes más que agradecer su permanencia en el panorama y esperar que siga teniendo todo el éxito que merece.
Seis comensales un mediodía y una paella. Esos eran los parámetros de la reunión y Casa Carmela la elegida para escenificarla.
Tras unos vermuts, la comanda se centró en algunos de los entrantes más previsibles, por supuesto.
Un excelente tomate, aderezado con bonito casero, cebolla, rabanito, AOVE y sal. Abierto, a pecho descubierto, sin nada que ocultar. ¿Sólo tomate? Sí, pero ¡qué tomate!
No podían faltar las tellinas…
unos choquitos bien limpios, con un rebozado impecable…
Y unos sepionets (pequeñas sepias) con parte de su tinta. Todo acompañado con unas botellas de Impromptu 2012, Sauvignon Blanc, de Bodegas Hispano Suizas.
De ahí a la paella. Pollo y conejo, arroz con el grano suelto, repleto de sabor y una carne en su punto. Una paella en la que se castigaría con pena de exilio a quien se atreviese a echarle limón.
Continuamos con la misma bodega, pero ahora con un Bassus 2012, Pinot Noir, que se sumó a la fiesta de una excelente paella.
Llegados a los terrenos de los postres, pedimos sólo un poco de fruta variada. Y, a diferencia de otras experiencias funestas, lo traído a la mesa fue… ¡fruta variada de verdad! Melón, plátano, fresas, kiwis, piña y un par de bolas de helado (faltó naranja, si… una lástima)
Unas copas de mistela de Mosatel alicantina, cafés y tan contentos que nos fuimos hacia el Ático del Ateneo a tomarnos unas copas a media tarde…, pero eso ya es otra historia.