Fernando Abellanas, al frente de la marca de diseño de mobiliario LEBREL, estrena showroom-taller-vivienda. Un cambio que ha permitido a este joven diseñador autodidacta incrementar su producción y enseñar sus piezas artesanales en un entorno real. / Texto: Carmen Pastor / Fotos: Luis Moreno /
La mejor forma de conocer LEBREL es sumergirse en su habitat. Fernando Abellanas (Valencia, 1984) ha creado un espacio multidisciplinar que permite a quien llama a su puerta zambullirse hasta el fondo en su universo creativo. Nos acompañan en la visita sus dos educados galgos, que nos siguen de cerca a paso lento y silencioso. Son una de sus pasiones y de ahí el nombre comercial LEBREL. El recorrido arranca en las entrañas, en el taller donde nacen todas sus obras. Y a partir de ahí, la ruta transcurre entre estancias a diferentes alturas en las que se mezclan vivienda, estudio y exposición.
Para Fernando Abellanas crear es algo casi intuitivo, algo que ha hecho de siempre. Su padre tenía un pequeño taller en casa y desde niño le inculcó la cultura del hazlo tú mismo. Recuerda que le retaba a reparar pequeñas cosas, “no tenía ese miedo sobreprotector de muchos padres que dicen, por ejemplo, a un niño no le des un martillo”, explica. Y de aquellos años nació su pasión por trabajar con las manos. Estuvo tentado de estudiar Bellas Artes, pero finalmente optó por buscarse un empleo y formarse a sí mismo como diseñador. Trabajó en una fábrica de bombas de agua y allí aprendió el oficio de fontanero, que actualmente le permite sufragar su verdadera vocación, el diseño.
Pese a su juventud, Fernando Abellanas sigue siendo de los de lápiz y papel. Confiesa que las nuevas tecnologías no son su fuerte y asegura que el método tradicional le permite retener mejor sus ideas: “me paso el día pensando detalles y lo dibujo todo para que no se me olvide”. Ahora, gracias a su recién estrenada casa-taller el proceso creativo es mucho más rápido: “todo pasa por mis manos. Empiezo dibujando mucho, después rescato las ideas que más me gustan y en el taller hago un prototipo al que voy dando forma hasta conseguir la pieza deseada. Normalmente, al final del proceso, de la idea original solo queda un 20%”.
De sus manos salen piezas artesanales que rezuman elegancia y sencillez. Evita ponerle etiquetas a sus diseños y huye de conceptos como retro o minimalista, aunque reconoce su admiración por la estética de los años 60 y 70 e influencias del cine y de la arquitectura. Y añade que su máxima es el menos es más: “siempre busco la simplicidad, me gusta la esencia, no recargar ni distraer”. Y parte de esa ansiada sencillez la consigue con la utilización de materiales nobles, de la combinación casi exclusiva de hierro, madera y piedra, y casi siempre en estado natural.
LEBREL son objetos cercanos, funcionales y de uso diario. Estanterías, colgadores de bicicletas, mesas y, sobre todo, un extenso catálogo de lámparas, “es el elemento que más me atrae para diseñar. Por el volumen que tiene ya que no tengo espacio suficiente para almacenaje y, sobre todo, por la cercanía con la persona que la compra. No es un elemento que puedas olvidar, es algo que vas a usar todos los días y que además lo vas a tener próximo”.
A pesar de la crisis, Fernando Abellanas cree que hay público para el diseño: “hay mucha gente interesada, que luego se lo pueda permitir o no ya es otra cosa, pero sí hay mucho interés. Además, cada vez se valora más lo artesanal, algo que en el resto de Europa pasa desde hace años”. De hecho, explica que aproximadamente el 80% de sus pedidos provienen del extranjero. Aún así, asegura que en España “todavía se tiende a buscar lo seguro, aunque luego sea de peor calidad y la gente prefiere comprar en Ikea”. Define al gigante sueco como “otro tipo de diseño, otro tipo de negocio” y confiesa que la silla en la que está sentado es de Ikea, “yo soy el primero que, según para qué cosas, he recurrido a esta marca. Ahora no me puedo gastar 200 euros en una silla, pero si el día de mañana puedo elegir entre una de Ikea y una bien trabajada, lo tengo claro”. Y ante la pregunta sobre si les vendería un diseño, no duda ni un segundo: “por supuesto que lo haría”.
Con la misma rotundidad dice “no” a la industrialización. Quiere que LEBREL siga siendo una marca artesanal. En caso de recibir un pedido grande tiene claro lo que haría: “si me piden 200 lámparas lo subcontrataría a otros talleres artesanos como yo, pero que tienen medios para producir cantidades mayores”. Además, reivindica su independencia creativa. Sólo trabaja bajo encargo cuando el cliente le da libertad para diseñar: “no cojo pedidos ya definidos como haría un herrero, quiero esto así y así, a mí eso no me interesa, a mí lo que me interesa es el diseño, me gusta que el cliente me diga: necesito esto para aquí, y yo pasarle propuestas”.
La comercialización es la asignatura pendiente de LEBREL. La inquietud creadora de Fernando Abellanas le impide dedicar tiempo a la promoción. “El problema que tengo es que produzco mucho, pero no lo muevo lo suficiente. La mayoría de diseñadores sacan cuatro productos y se tiran dos años moviéndolos en ferias y en todas partes”. Porque aunque está muy satisfecho con la evolución de su trabajo, es muy exigente: “cuando tenga varios productos de los que esté completamente convencido como para hacer grandes series empezaré a dedicarle tiempo a la promoción”.
LEBREL está presente en puntos fijos como diferentes tiendas de Valencia, Madrid y Barcelona y a través de la web. Pero como realmente disfruta es con el trato directo. Por eso ha dedicado tres años de su vida a construir un taller-showroom-vivienda. “El cliente que está interesado en mi trabajo puede venir aquí, puede conocerme, puede ver el taller donde se ha hecho esa pieza, puede ver la pieza en un ambiente real, no en una tienda, aquí lo ves como funciona, como se integra”. Y la puerta está abierta a todo el mundo. Pasen y disfruten. Nosotros ya lo hemos hecho.