De Valencia al Mirador de África (I): unas lagunas de Ruidera de récord

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La crónica del siguiente viaje es singular. Primero, porque se trata de ese “pensat i fet” tan valenciano. Es decir, un viaje improvisado, “pensado y hecho”. En este caso impulsado por el insoportable ruido de Fallas. Y os adelanto que fue un éxito. De hecho, la casualidad nos premió con un paraje que hacía 16 años que no estaba tan espectacular: las Lagunas de Ruidera. Segundo, porque más que una crónica es un diario que ofrecemos al lector al alimón: mi chica y yo nos vamos alternando, de manera que cada día lo narra uno de nosotros. En tercer lugar, la aventura acaba en el Mirador de África… ejem, no quiero engañar a nadie, en estos tiempos poco halagüeños os ofrecemos una ruta muy asequible sin salir de España. Pero ojo, las vistas de África y del estrecho de Gibraltar desde Gaucín (Málaga) quitan el hipo. Abrochaos el cinturón. Comenzamos esta ruta que nos llevará por Ruidera (Ciudad Real), Jaén, Málaga y Ronda. 

DÍA I: DE VALENCIA A JAÉN DANDO UN PEQUEÑO RODEO QUE VALIÓ LA PENA

Para poneros en antecedentes hay que remontarse a la noche anterior al viaje (que todavía no sabíamos que íbamos a hacer)…

BOOOM! PAM! PA-PA-PA-PA-PAAAM BA-BOOOM!!!

-          No aguanto ni una noche más así…

-          Qué poca alma de fallera tienes!

-          No estoy para bromas.

-          ¿Hacemos la maleta y nos vamos?

-          ¿A dónde?

-          ¿Te acuerdas de aquel viaje en moto que hice por Málaga?

-          ¿El de Ronda?… ¿QUÉ C… HACES ENCENDIENDO LA LUZ?

-          Hagamos la maleta ahora mismo…

Y así fue como decidimos poner tierra de por medio entre los petardos de Fallas y nuestros delicados tímpanos. Nos dormimos tarde, así que nos levantamos tarde. Nos sentamos a desayunar y comenzamos a tomar decisiones sobre la marcha: intentaríamos llegar a Jaén, pero sin agobiarnos: si nos cansábamos antes, haríamos noche sin llegar a tierras jienenses. No era la primera vez que hacíamos un viaje “de ya para ya”. Y lo bueno que tiene viajar así, fuera de temporadas turísticas, es que puedes ser más libre: dejarte seducir por un pueblo que te encuentras de casualidad o cerrar el hotel justo cuando empieza a anochecer.

Apurando el café con leche decidí que iríamos a ritmo tranquilo por la N-322. Es decir por la nacional que va desde Requena hasta Albacete. Se trata del camino más corto y además es mucho más tranquilo que la Autovía interior de Alicante-Albacete. Inevitablemente, me vino al disco duro de mi cabeza, la última vez que había estado cerca de la tierra de las navajas. Fue en moto, la primavera anterior y lo más gratificante fue encontrarnos por sorpresa en el maravilloso paraje de las Lagunas de Ruidera. Como veníamos agotados (de Portugal) sólo vimos la laguna que hay pegada a la carretera. Pero un lugareño nos dijo que eran muchísimas, cada cual más bonita que la anterior, así que tomé nota mental (“Aquí hay que volver pronto y verlas todas”) y aunque parezca mentira, casi un año después la nota mental funcionó. Así que comprobé que desviarnos por la N-430 en las inmediaciones de Albacete capital para ir hacia Ciudad Real, sólo suponía 30 kilómetros más. Así comeríamos un bocata de cara a un Lago y no en cualquier bar de carretera. Pero lo que allí encontramos, superó con creces nuestras expectativas…

Tragadera de agua

Tragadera de agua

Durante el pasado mes de marzo, un fuerte temporal dejó importantes precipitaciones en gran parte de la Península. Además, todo el invierno había sido especialmente lluvioso en la zona. Así que nos encontramos unas Lagunas de Ruidera con una crecida tremenda: no era similar desde el año 1997. Y el caudal de récord hacía que sus cascadas fueran espectaculares. Hay que explicar que las 15 lagunas en realidad no son lagunas sino remansos del Río Guadiana Viejo. El río, en este paraje, va salvando distintos desniveles. De manera que entre laguna y laguna siempre encontramos una cascada, a veces chica y otras imponente. Así que podemos decir que una laguna va vertiendo sobre otra, y así sucesivamente formando un asombroso paisaje de escalera de agua que además se puede seguir de cerca desde la carretera, al menos en gran parte de las lagunas más cercanas al pueblo. De hecho, salvando las diferencias de longitud y profundidad, el paraje y la configuración de la carretera paralela nos recordó a ambos al Lago Ness de Escocia.

Presa natural entre dos lagunas

Presa natural entre dos lagunas

La parada que más mereció la pena fue la que hicimos entre la laguna Lengua y la laguna Salvadora. En la primera una barrera tobácea formada por roca calcárea y plantas calcificadas forma una especie de estrecha y cortante pasarela de piedra que hace las veces de presa de contención natural. Había muchos curiosos pero nadie se atrevía a andar por ese camino de roca limítrofe entre las dos lagunas. Nos aventuramos, embaucados por las vistas privilegiadas que prometía, aunque con mil precauciones porque el estrépito del agua a nuestros pies impresionaba mucho y un traspié hubiera sido peligroso. Justo al llegar al medio de la barrera tobácea contemplamos boquiabiertos  una especie de tragadera que funcionaba como aliviadero natural haciendo verter las aguas de la primera laguna sobre la segunda. Las fotos valieron con creces el pequeño peligro que asumimos. El estrecho colador no daba abasto y lanzaba el agua a toda presión contra las rocas y los árboles de más abajo. Al fondo, y haciendo curva hacia la izquierda, se contemplaba la Laguna Salvadora.

   La cascada de "El hundimiento"

La cascada de “El hundimiento”

Volviendo hacia el pueblo para volver a coger la N-430, vimos indicado “El Hundimiento” y seguimos las señales. La imagen todavía sigue en nuestras retinas… y el sonido en nuestros tímpanos. De hecho, en los carteles informativos que encontramos en el paraje se habla del origen etimológico del nombre del pueblo y existen dos teorías: que Ruidera venga de la palabra ruido, por el estrépito de la gran cascada de “El Hundimiento”, audible en el pueblo cuando hay silencio de tráfico y gente; o que Ruidera venga de la palabra riadera, forma antigua de la palabra riada, por las cíclicos desbordamientos del cauce del Guadiana Viejo. Dejando a un lado esta curiosa discusión lingüística, lo cierto es que la cascada es asombrosa. Como curiosidad cabe apuntar que, como todo en la vida, no siempre fue así: antes del terremoto de Lisboa de 1545  el agua se distribuía a lo ancho de todo el travertino formando una bonita y fina capa de agua. Tras el seísmo, parte del trevertino se fracturó y el fondo del lecho se hundió y obligó al caudal a caer de forma concentrada por un único punto, haciendo que el salto de agua pierda en bucolismo pero gane en cuanto a demostración de fuerza bruta de la naturaleza. Y encima, en esos días de crecida, el espectáculo era mayúsculo. Por cierto, acabo de leer en la prensa local que las Pascuas también han sido lluviosas allí. Por tanto, el paraje continúa estando en un momento especial para visitarlo. Y crecidas así sólo se dan cada muchos años, así que yo de vosotros me animaría ya.

Con todo esto que os acabo de contar entenderéis que estuviéramos bastantes horas en Ruidera, con lo cual llegamos a Jaén a eso de las 21:00, por suerte el teléfono “inteligente” de mi chica, le permitió tantear la oferta hotelera jienense desde el coche y decidirse por una buenísima opción: el Hotel Europa

Se trata de un hotel de tres estrellas nuevo, económico y muy céntrico (a cinco minutos andando de la Catedral). A destacar su buena cama y lo más importante para mí después de una paliza de kilómetros: una ducha magnífica con una de esas alcachofas cuadradas gigantescas que te proporcionan una presión magnífica para relajarte.

Y tras la ducha reparadora nos entró un hambre descomunal. Dimos un paseo por la catedral -imponente incluso de noche- y tras un estudio de los bares y sus cartas entramos en la Cervecería Mazas (C/Pescadería 15) y acertamos de pleno: un local muy agradable con pinturas y decoración singular y una cocina de mercado bien elaborada. Cenamos unas berenjenas fritas y crujientes acompañadas de un buen salmorejo, un suave pastel de puerros y un secreto ibérico con tomillo y romero, que hicieron demasiado -mea culpa porque no indiqué nada al camarero-. En cualquier caso una cena notable por un precio muy razonable.

Así de redondo finalizó nuestro primer día de viaje improvisado. Mi compañera de fatigas y placeres os ofrecerá pronto el cuaderno de bitácora de la segunda jornada. No olvidéis que las lagunas de Ruidera están en un momento único para visitarlas. Os recuerdo que desde el año 97 no estaban así… parafraseando a Gandalf: Corred insensatos!

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2 thoughts on “De Valencia al Mirador de África (I): unas lagunas de Ruidera de récord

  1. Brando

    Estupendo el rodeo que diste y muy bueno el relato del viaje.Voy a busar un buen recorrido para recorrer las Lagunas de Ruidera este finde desde Madrid. Pensat i fet, como dices. Un saludo motero ; ) >

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