Polly Penrose: la identidad femenina a través del desnudo

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La fotógrafa Polly Penrose explora la identidad femenina a través de la evolución de su cuerpo durante siete años. Inició la serie como un estudio diferente del cuerpo y la mente femenina y el proyecto evolucionó hacia una autobiografía visual cargada de emociones, tanto que su mensaje provoca multitud de reacciones entre mujeres de todo el mundo / Carmen Pastor / StylusArt /

La representación del cuerpo humano ha sido una constante en la historia del arte y el desnudo uno de los géneros más recurrentes en todas las disciplinas artísticas y prácticamente en todas las culturas. Para la fotógrafa británica afincada en Londres Polly Penrose (Sherborne, England, 1976) el desnudo, su propio cuerpo desnudo, se ha convertido en su principal instrumento de trabajo en los últimos 7 años. El resultado: “A body of work”, una serie de autorretratos en los que trata de mostrar el poder, la belleza y la vulnerabilidad de la psicología femenina encajando su cuerpo en cada espacio hasta lograr que forme parte de él. Se trata, explica, “de explorar la identidad femenina con toda la complejidad, la fuerza, el valor y el humor que implica, mostrar visualmente cómo encajamos en los múltiples roles que se espera de nosotras”.

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El proyecto surgió como una necesidad de “hacer fotos modernas, interesantes y valientes de desnudos femeninos que resaltaran el cuerpo de la mujer por su fuerza y belleza, sin obviar sus defectos e imperfecciones”. De esta manera buscaba ir más allá de la belleza pasiva o sensual que normalmente muestra la fotografía de desnudos. Para facilitar el trabajo empezó a autofotografiarse. Entre otras cosas porque esta elección le proporcionaba mayor libertad que trabajar con modelos pues, como explica, “yo estaba siempre disponible”. Con el tiempo, además, dice que comprendió “que esto era un proyecto interesante en sí mismo”.

Posturas contorneadas y forzadas que resaltan el volumen de las líneas del cuerpo encajadas en piezas de mobiliario. Cada autorretrato es una respuesta de su cuerpo a un espacio y su contenido. Y todo bajo una estética similar en la que la desnudez del cuerpo gana fuerza con el color ligeramente saturado del decorado. Busca siempre localizaciones perdidas, solitarias, lugares abandonados que va descubriendo a través del boca a boca, y con los que construye una conversación psicológica entre ella y el espacio. Nunca son premeditados, “a menudo no he visto el lugar antes, y nunca entro en un espacio con una idea preconcebida de la fotografía acabada. La imagen final es totalmente dictada por la ubicación y por cómo mi cuerpo puede encajar en ella”.

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Penrose hizo mucha gimnasia de joven y su atlético cuerpo facilita enormemente la adopción de sorprendentes posturas que, en ocasiones, parecen increíbles. Asegura que las poses surgen de manera natural, “improviso la figura que mejor encaja en el espacio o con el objeto con que interactúo”. A veces la postura surge con relativa facilidad, pero otras la búsqueda se convierte en una lucha exhaustiva. “Utilizo temporizador y, por tanto, es un proceso muy físico. Cuando encuentro la pose disparo entre 20 y 60 veces y eso implica recordar todo, la posición de los pies, la extensión de los dedos, la caída del pelo… y correr entre la cámara y la pose, haciendo ajustes a medida que avanzo”. Prueba de ello son, por ejemplo, los pies sucios de una de las instantáneas.

Al inicio de la serie, Penrose asegura que los autorretratos tenían poca carga emocional. Sin embargo, con el paso del tiempo, de los años, cada foto se ha convertido en una autobiografía visual en la que destaca la evolución física de su cuerpo, incluido el evidente cambio que provoca un embarazo, pero también en un relato emocional. Como a ella le gusta expresarlo “son señales en el calendario de mi vida, un diario de mis experiencias y mis emociones”. Emociones que nunca se expresan a través del rostro, pues todos los autorretratos son anónimos. Para Penrose “enseñar la cara hace de los desnudos otra cosa. Quiero que los cuadros sean sobre el cuerpo y la emoción que éste puede expresar sin utilizar las emociones faciales a las que estamos más habituados. Además creo que de esta forma las fotografías son más gráficas, llenas de bloques de formas y color, y el cuerpo siendo uno de ellos”.

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Le pregunto si un trabajo como éste tendría el mismo sentido si el modelo fuera un hombre y duda. Cree que podría hacerse y que sería muy interesante, “pero no sería igual porque nuestras psiques son tan diferentes…” Penrose no define en ningún momento su proyecto como una iniciativa feminista, pero inconscientemente su trabajo genera reacciones en ese sentido. De hecho, ha recibido decenas de mails de mujeres felicitándole por la ayuda que les ha proporcionado su obra, mujeres que odiaban su cuerpo y que a través de sus autorretratos han aprendido a estimarse y a aceptar la evolución corporal. “Me encanta que el proyecto anime a otras mujeres a sentirse más cómodas y a aceptar sus cuerpos, sobre todo conforme el proyecto avanza”.

Y aún tiene mucho camino que recorrer. La intención de la fotógrafa es que el proyecto no finalice hasta que su cuerpo no le permita moverse como le gustaría. “Creo que entonces será cuando sea realmente interesante. No puedes ver un cambio vasto en el cuerpo en un periodo de 7 u 8 años, pero en 30 o 40 será una historia muy diferente”, puntualiza.

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