FUKUOKA: JAPÓN EN ESTADO PURO

Japón: Diario de viaje (4), texto y fotos de Josep Pena, agosto 2011.

Si Tokyo representa la modernidad y Kyoto la tradición, Hakata (Fukuoka) refleja la imagen de un Japón moderno y tradicional a un mismo tiempo.

La noble y antigua ciudad de Fukuoka y la más popular Hakata, acabaron uniéndose, fruto del crecimiento urbano, en una sola población que en la actualidad se denomina Fukuoka y a la que la mayoría de sus gentes llama Hakata. Un millón y medio de almas viviendo en una urbe muy animada, con un ajetreado día dedicado a los negocios y una noche de juerga interminable.

Abierta al mar de Genkai, frente a las costas de Korea, la ciudad es famosa por sus bellas mujeres y por sus eternas farras, pero también esconde importantes tesoros culturales, como el Tocho-ji, donde se encuentra el Buda de madera más grande del Japón, y un par de islas cercanas con bonitas playas y pueblecitos de pescadores que han permanecido impasibles al paso del tiempo.

Llegamos ya entrada la tarde. Como no parecía haber muy buena combinación para ir al hotel que habíamos reservado, tomamos un taxi que nos llevó a una entrada de garaje (la del Hotel Nakasu Washington), junto a uno de los canales del río Naka-gawa. La habitación, más bien cutre, no consiguió amargarnos la estancia en una ciudad muy recomendable para descubrir un Japón sin las estridencias de Tokyo, más amable y fácil de conocer y, probablemente, más divertido.

Estábamos en pleno barrio rojo (Nakasu): bares, restaurantes de ramen (sopa de fideos hecha con un caldo “de la abuela” y acompañada de todo lo que se les ocurre), garitos de strepteasse, tiendecitas, puestos de comida en la calle y otros lugares a los que, por no haber entrado, no voy a describir, ya me entendéis.

Es conocida la afición que tienen los hombres nipones por los karaokes y por el juego (el Pachinko arrasa), sólo superada por el hábito a ir de putas. No sé si es casualidad o un acto inconsciente, pero siempre acabamos instalándonos en los barrios con más vidilla nocturna. Lo bueno de este país es que la vida hace dos turnos: el de día, en el que puedes disfrutar de paseos, jardines, templos, pagodas, museos, mercadillos o lugares de comida; y un turno de noche que, sin hora de relevo clara, se mezcla con el de día para mostrar una oferta más lúdica, excitante y, en ocasiones, algo sórdida.

Comimos en un cercano local especializado en curry (Curry Honpo) que, luego nos enteramos, resulta ser un sitio de moda para los aficionados a tan sabrosa mezcla de especias. Por la noche, salimos en disposición de conocer Canal City, algo así como un centro comercial futurista. Debió serlo hace unos años, pero en la actualidad resulta insulso y aburrido, sobre todo si lo comparamos con los grandes centros comerciales de Roppongi, Ginza o Shinjuko en Tokyo.

Pero, de nuevo, la sorpresa: cuando andábamos buscando algo para cenar, nos encontramos con un cartel que rezaba “Gourmet”. ¿Qué sería eso? ¿Acaso un reclamo publicitario de otro local de alterne? Pues no. Era lo que parecía ser: un supermercado de bebidas y alimentación en el que podías perderte entre vinos franceses y pescado ya preparado para hacer sushi. ¡Y abierto 24 horas! Como habréis imaginado, entramos, cargamos y nos fuimos a cenar en esa habitación cutre que, de pronto, tomó visos de restaurante de alta cocina.

Al día siguiente, no sin antes habernos perdido entre el lío de paradas de autobuses junto a la Nishintetsu Station, en Tenjin, nos dirigimos al muelle de Meinohama para coger el Ferry que nos llevaría a la cercana Isla de Nokonoshima. Todo un acierto. A unos pocos kilómetros del bullicio de Hakata se encuentra una pequeña isla, quizá en con excesiva explotación turística, pero que brinda la oportunidad de pasar un día de playa en un entorno subtropical y poder bañarte en unas aguas tranquilas contemplando sobre el horizonte el skyline de la vecina ciudad.

El autobús que va a la zona de playa desde el muelle de Noko, te lleva a través de un frondoso bosque que puebla las escarpadas montañas del interior de la isla y que convierte el trayecto en un paseo encantador (y acojonante, dado lo estrecho y serpenteante del camino). Una curiosidad: apenas a 800 metros del área donde se encuentran el camping y un par de chiringuitos, hay una cuerda que delimita la playa. Al otro lado (yo pasé a pesar de la sutil indicación) se extendían otros tantos metros de playa solitaria entre pinos y palmeras donde se hacía muy apetecible extender la toalla. Preguntados los paisanos por el motivo de la “prohibición”, nadie supo explicarnos por qué no se podía pasar. Simplemente, había una cuerda que lo indicaba.

Al atardecer volvimos a Hakata, calados hasta los huesos por la súbita tormenta que nos alivió los calores acumulados durante el día. De camino, visitamos la Fukuoka Tower, magnífica construcción de 234 metros de altura desde cuyo mirador se divisan unas fantásticas vistas de la ciudad y de su bahía.

Ya entrada la noche, salimos a pasear por la zona de Nakasu y cenamos en un barecito de aspecto “japo-casero” donde, por unos 10 euros per capita, nos hartamos de ramen y cerveza ¿Quién dijo que Japón es caro?

En nuestro último día en Fukuoka y dado lo impredecible de la climatología, nos dedicamos a vagar por las calles de Tenjin, el distrito principal de Hakata donde se encuentran las zonas más “cool” de la ciudad, entre las que cabe mencionar el barrio de Damyo, con sus lujosos Hoteles y sus caros restaurantes. También se encuentra en este distrito la Oyafuko-dori que se traduce por “calle de los niños revoltosos”. Aunque así parece, ya que está llena de alegres chavales, el motivo del nombre proviene del hecho de que, hace años, se ubicaban varias escuelas de primaria.

En este vaguear al que nos dedicamos con atento interés y acuciados por el hambre, nos topamos con un garito en la cuarta planta de un edificio gris en la calle Maizur, el Xen Chon. Este es un simpático local donde probamos un vino tinto japonés de dudosa calidad, pero en un ambiente sensacional, rodeados de músicos de blues que afinaban sus instrumentos, donde conocimos a Tomo, un joven muy agradable, que hablaba un magnífico inglés fruto de sus años de estancia en California y que se ofreció a acompañarnos en la noche “Hakatera”. Un buen final para nuestros días en Fukuoka.

A la mañana de nuestro decimocuarto día en Japón, tomamos un tren hacia Beppu, en la provincia de Oita-Ken, siguiente parada del viaje. Y aquí andamos, de onsen* en onsen, padeciendo en las aguas termales y sufriendo bucólicos paseos por senderos de montaña entre cráteres de volcanes aún activos.
*Onsen: en japonés, lugar de aguas termales.

Compartir
Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on LinkedInEmail to someone