De Valencia al Mirador de África (II): primavera nevada en Jaén

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Como ya os contó mi compañero en la primera entrega de esta crónica viajera se trató de un “pensat i fet”, un viaje improvisado de ya para ya. Pero en honor a la verdad os diré que no fue tan precipitado como él os lo pintó, Ay! Estos periodistas aficionados a la hipérbole… Lo cierto es que nosotros no tenemos ventanas de climalit pero sí un casal fallero en la acera de enfrente de casa, así que en cuanto oímos los primeros petardos empezamos a rumiar dónde repatriarnos por unos días. Acompañadme al mejor mirador de Jaén desde el que la nieve de Sierra Mágina se sitúa como espectacular telón de fondo de la imponente catedral. También conoceréis un guía excepcional que nos descubrirá los secretos de los Baños Árabes más grandes de España. Y os contaremos cuál es la opción más barata y panorámica para comer en Jaén: un picnic en el cerro de Santa Catalina.

DÍA II: DE JAÉN A MÁLAGA

El segundo día de viaje amanecemos en el Hotel Europa. Si Javi destacó la columna de hidromasaje de la ducha y la calidad del colchón, yo debo subrayar el completo desayuno que ofrece el hotel. Y es que no hay nada como levantarse y tener al alcance un gran surtido de fruta, cereales, fiambre, pan, zumos, bollería, café, etc. Y todo con esfuerzo cero, nada de poner la cafetera al fuego ni exprimir las naranjas. Servirse y desayunar. Hasta los radicales del “yo aguanto toda la mañana con un café con leche” cambian el chip durante los viajes y se levantan con un agujerillo en el estómago.

Tras dejar el hotel callejeamos hasta encontrar la Catedral, que se levanta imponente en medio de una gran plaza bastante transitada por turistas. Nos disponemos a entrar, pero los 5 euros por persona que cuesta la entrada nos parece excesivo y damos un paso atrás. La entrada a la casa de Dios debería ser asequible siempre, pero más en tiempos de crisis, ¿no? ¡Y ni siquiera hay descuentos para parados!

La Catedral es tan grande que hay que hacer malabares para encuadrarla en una única foto. Así que nos sentamos en un banquito que hay frente a ella para observarla. Según leemos en un folleto turístico, la primera catedral que hubo en Jaén se construyó sobre los cimientos de la Mezquita Mayor musulmana tras la conquista de Fernando III en el S. XIII. Un siglo después, se hizo necesaria una ampliación en estilo gótico porque el templo se convirtió en santuario de peregrinación. Pero varios problemas constructivos hicieron que en el s. XVI se encargara una nueva catedral con trazas renacentistas. Las obras duraron tres siglos, pero lograron “la catedral arquitectónicamente más equilibrada, armoniosa y proporcionada de las catedrales andaluzas”, que desde 2005 aspira a convertirse en Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Ahí sentada me siento minúscula. Esta catedral ha servido de modelo para la construcción de otras catedrales de España y América y entonces me viene a la cabeza “Los pilares de la tierra”, ¿qué pensaría Tom Builder de esas columnas? Javi me hace salir de mis pensamientos. “Vamos a seguir, que aquí al sol hace mucho calor”.

IMG_20130315_115700El paseo es agradable porque hace buena temperatura, pero para callejear por Jaén hay que tener las piernas fuertes. Siempre calle arriba, calle abajo. Intentamos ser listos “vamos por esta calle, que parece que va de bajadita”; pero cuando giramos la esquina nos encontramos que la siguiente calle va de subida…

Bajamos por la calle Remojadero del pescado, más adelante giramos en el Callejón del gato y ya llegamos al destino: los Baños Árabes más grandes de España, que se encuentran en los sótanos del Palacio de Villardompardo. Nosotros estábamos convencidos de que los baños formaban parte del Palacio y de que ambas construcciones eran coetáneas, pero entonces conocimos a César, que más adelante nos sacó del error.

César es granadino de nacimiento pero jienense de adopción. Es un jubilado entrañable que está enamorado de la ciudad que le acogió. Tanto, que dedica voluntariamente sus horas libres a guiar a los visitantes de los Baños Árabes para contarles su historia, los detalles de sus orígenes y la restauración que se llevó a cabo siglos más tarde.
Él nos cuenta, con bastante literatura y anécdotas, que los baños árabes se construyeron en el siglo XI, aprovechando los restos de unos baños romanos. Consigue que Javi y yo imaginemos esas salas, en tiempos pasados, llenas de denso vapor que deja entrever a personas disfrutando de momentos agradables envueltos en un halo de elegancia y distinción. Y con detalles que se nos antojan avanzados para la época, como por ejemplo el hecho de que los vestuarios contaran con taquillas.

Pero esta imagen idílica se disipa rápidamente de nuestras mentes cuando César, con sus palabras, nos traslada a los siglos XIV y XV, época en la que los baños pasaron a usarse como tenerías para curtir y trabajar pieles. ¿Os imagináis el shock? De repente imaginábamos aquello lleno de animales, tintes, pieles… Digamos que la elegancia pasó a ser pragmatismo.

Y un siglo más tarde desaparecieron tanto lo elegante como lo práctico. Porque en el siglo XVI se construyó el Palacio de Villardompardo nada más y nada menos que “sobre” los baños. Los 450 metros cuadrados de superficie se llenaron literalmente de tierra hasta el techo y se convirtieron en los cimientos del palacio, quedando así ocultos hasta principios del s. XX.

 

Foto: José Manuel Pedrosa

Foto: José Manuel Pedrosa

Tal es la importancia de su descubrimiento en 1931, que los restos se declararon Monumento Nacional, y se encargó una importante obra de restauración al arquitecto jienense Luis Berges, quien en 1984 recibió la Medalla de Honor de la Asociación Europa Nostra por los trabajos realizados. Y ése es uno de los motivos de orgullo de César: que un jienense recibiera un reconocimiento europeo. De ahí la importancia que le da a lo bien hecha que está la restauración: casi no se distingue lo que es original de lo que fue restaurado siglos más tarde. Y eso César nos lo remarca con constantes: “esto es nuevo”, señalando un bloque de mármol, “pero esto es viejo”, señalando el bloque de al lado. “¿A que no se nota?” Estamos una hora y media con él, tras preguntarnos: ¿tenéis tiempo para la explicación completa o queréis una versión resumida? Y no exagero si digo que nos hace distinguir entre “lo nuevo” y “lo viejo” más de veinte veces. Pero ojo! su pasión y su gracejo compensan con creces su insistencia. Desde luego, si viajáis a Jaén y váis a los Baños Árabes, llamad primero por teléfono y preguntad el horario de César, vale la pena.

De hecho, la fotografía de Jaén que llevamos todavía grabada en nuestra retina se la debemos a César y su genio:
- ¿Han estado ya en la Catedral?
- (Javi en un ataque de sinceridad anticlerical) No, estamos en el paro y nos pareció un atraco a mano armada. Con la Iglesia hemos topado…
- Uuuuu-imperdonable perdérsela. Pues entonces “ustédeh” no se pueden perder verla en todo su esplendor desde el Mirador de la Cruz, junto al Castillo.
- ¿Cómo llegamos?

Y os adelanto que fue espectacular, porque desde las alturas se aprecia la proporción colosal de la seo con las cimas nevadas de Sierra Mágina de fondo. Pero luego os cuento más, antes os recomiendo parar en cualquier ultramarinos del casco antiguo y hacer como nosotros: comprar unas hogazas de pan de pueblo, un salchichón ibérico y algo de fruta con idea de sentaros a comer allá donde las buenas vistas os acompañen.

El Castillo se encuentra en el Cerro de Santa Catalina, a unos 800 metros de altitud al suroeste de Jaén. Hay que estar atentos porque mucho antes de llegar al mirador de la Cruz del Castillo hay una panorámica menos conocida pero imprescindible: tras las primeras curvas que hacen ganar altura a la carretera se llega a una larga recta donde la ciudad se va haciendo pequeña a nuestra izquierda. Llegamos así a una barriada de vecinos privilegiados que ven cómo la Catedral se levanta majestuosa achicando a todos los edificios de Jaén. Y la gracia es que sólo vemos una pequeña parte de la ciudad, porque los tejados de la barriada nos tapan el resto, pero lo mágico es que lo que asoma precisamente es el gigantesco edificio religioso y las montañas de Sierra Mágina, que completan la postal con sus cumbres azucaradas de los fríos del invierno.

Hacemos unas fotos y seguimos ascendiendo por la carretera. Justo antes de llegar al castillo hay una amplia zona de merendero con vistas al boscoso Cerro de Santa Catalina. ¿Se puede pedir algo más a la hora de comer? En un periquete montamos el picnic mientras un par de grupos de personas nos desean buen provecho al pasar junto a nosotros. Desaparecen por una senda cercana con material de escalada a sus espaldas. Más tarde nos enteramos de que el cerro es un lujo para los escaladores, ya que tanto la cara sur como la norte ofrecen vías muy bien equipadas para la práctica de este deporte, con la ventaja de que están muy cerca de la ciudad.

Después de comer nos acercamos al Castillo con idea de sumergirnos en la Edad Media en lugar de siestear. Pero nos llevamos la gran decepción de que está cerrado por reformas. El que no nos falla es el Mirador de la Cruz. Se encuentra en uno de los extremos del cerro de Santa Catalina y llegamos a él a través de un camino de unos 150 metros desde el mismo castillo. Se trata de una cruz que hizo construir Fernando III cuando conquistó la ciudad de Jaén en el s. XIII, aunque ha tenido que ser reconstruida varias veces. Lo especial del lugar reside en que tiene las mejores vistas: no sólo se ve la ciudad entera rodeando y abrazando el cerro, sino también los campos de olivos que la rodean. Por cierto, nada más entrar a la provincia de Jaén en el coche, nos dejó boquiabiertos porque miráramos donde miráramos había olivos: en muchas montañas se han sustituido los pinos salvajes por perfectas y simétricas filas de olivos. Luego leímos que el 77% de la superficie cultivada de Jaén se dedica a la aceituna…

IMGP4413Volviendo a las vistas desde la cruz: una vez más la absoluta protagonista es la catedral que emerge entre las calles y casas cercanas. Y como lienzo de fondo el perfil entero de Sierra Mágina con sus cimas nevadas.Encantados con las vistas, y tras un rato de comparar lo que vemos con el plano (“sí, ahí está el hotel”, “¿aquello será el cementerio?”) nos decidimos a regresar al coche. Son más de las 17.30 horas y tenemos previsto dormir esa noche en Málaga, así que nos quedan unas 3 horas de carretera hasta llegar al nuevo destino.

Por el camino hacemos uso de la tecnología a nuestro alcance (Smartphone) para buscar dónde dormir. Llamamos a varios sitios, comparamos precios, paramos a descansar en un área de servicio… Al final de la tarde llegamos a Málaga, al Hotel Eurostars Astoria, cerca del centro de la ciudad y en el mismo margen del río Guadalmedina, nuestro centro de actividad para los próximos dos días.

La próxima entrega le toca a Javi. Os contará cómo nos quitamos la espinita de ver una fortaleza con el espectacular Castillo de Gibralfaro dominando sobre la bahía de Málaga. Os recomendará un buen restaurante donde comer pescaíto del bueno y os descubrirá el encanto de lo decadente (en el sentido modernista de la palabra) en la zona del viejo Balneario. Allí realizó una espectacular foto al romper una ola… y mojarlo de arriba abajo. Yo en la siguiente entrega os descubriré el increíble cementerio inglés de Málaga.

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