Burgos y el Arlanza (1/3): De relajadas correrías por el valle del Arlanza

Un niño romano vigilando el paisaje

Burgos y el Arlanza (1/3): De relajadas correrías por el valle del Arlanza / Texto y fotos P. Plant / StylusViajes /

Es agosto y estoy en Covarrubias. He llegado serpenteando por la carretera desde Lerma, donde me alojo. Quiero recorrer la comarca del Arlanza y darme un garbeo por la ciudad de Burgos, en una semana. Hoy he comido en Casa Galín. Ensalada de escabechados y olla podrida, a la que sin pensarlo dos veces, le he puesto un diez. Después de eso, apuro un vino del Arlanza y salgo al sol de la plaza, desperezándome. El cielo se refleja en mis gafas. También un niño que cruza corriendo con una espada de madera, hace una cabriola en el aire y continúa veloz su carrera, hasta desaparecer por una esquina. Inspiro aire exageradamente, con ganas de aventuras. Me siento a tope de energía, y el aire huele a morcilla.

La composición de las morcillas burgalesas varía bastante. Más especiadas y algo picantes por Covarrubias, suaves y recatadas por Lerma… Aquí hacen unas muy ricas en Morcillas Milagros, que digamos que es una morcillería. No está muy a la vista, pero nada lejos. De las que he probado hasta ahora, me inclino por las morcillas de Milagros, que, nos cuenta, “este año las tripas salen algo más delgadas”. Ella sabrá.

En cuanto al vino, no lo encuentro tan satisfactorio, por el momento. Los vinos del Arlanza tienen su denominación de origen, con más orgullo que calidad, me parece a mí. Esta opinión debe ser ponderada en lo que vale, o sea poco. Pero también del vino que hacen las gentes para sí mismas me han hablado muy bien y ha despertado mi interés, e intentaré que me inviten por ahí, o si no ya me colaré en alguna fiesta.

Mensajes por doquier en Covarrubias

Mensajes por doquier en Covarrubias

Admiro la arquitectura de adobe y madera de Covarrubias, y me llaman la atención los mensajes de sus habitantes, que van dejando papeles con frases en las paredes, los bancos, las ventanas. Invitan a la reflexión, o como mínimo al sentido del humor, que ya es bastante. Todo el pueblo está lleno de palabras.

Si Castilla tuviera denominación de origen, también sería Arlanza, porque aquí empieza todo. Con las hojas de los chopos temblando junto al río, entre lomas de cereales, águilas en el cielo y abundante caza. Una calidad armónica en los paisajes, y hombres laboriosos que construían una cultura. Luego esa cultura se haría gigante y gobernaría viejos y nuevos mundos, y terminaría siendo dilapidada también por aquí, en Lerma, donde me hospedo. En algún momento llegaremos a eso, pero no en esta jornada. De momento hace buen sol, y estamos construyendo el condado de Castilla.

Kilómetro cero: La plaza y El Galín

Kilómetro cero: La plaza y El Galín

Covarrubias tiene un par de iglesias muy majas, por decirlo a la burgalesa. Una es la Colegiata, y otra la iglesia parroquial. Ambas deben visitarse. También una muralla que se intuye y se aparece a ratos, y su muy escenográfica puerta principal, que fue el edificio del Archivo del Adelantamiento de Castilla. Me encanta cómo está apuntalada por contrafuertes, de modo inevitablemente medieval; juraría que fue una solución a problemas estructurales en el diseño renacentista, y tuvieron que echar mano de la costumbre para arreglarlo. Pertenece a ese momento donde la construcción se viste con galas de corte italiano, sin que de momento se hayan asimilado las nuevas soluciones estructurales. Es cuando algunas cosas en la fuerte Castilla empiezan a parecer, sin llegar a ser. Como vestigio de tiempos de cambio y transición, es otra de esas bisagras que hacen girar las puertas del tiempo. En todo caso, una puerta.

Cerca sigue imperturbable la Torre de Fernán González, edificada en el X, donde se dice que el gran conde encerró a su hija Urraca por enrollarse con un pastor. La buena mujer también anduvo venga a casarse con unos y con otros para ensanchar Castilla, por orden del mismo Fernán González. He pasado un rato pensando en ella, atrapada en un edificio tan bien planteado y ejecutado, tan rotundo. Así uno se sentirá aún peor. La infalibilidad de esa torre liquidaría la poca moral que conservara Urraca tras su condena. El pastor tañería su lira desde el otro lado del río, con la esperanza de que ella le oyera, sin conseguirlo. Y sería guapo, el pastor. Esperemos que Urraca, que tanto contribuyó a ensanchar Castilla, disfrutara de algún buen rato retozando en la hierba con él. A veces no vale la pena ser tan noble.

El Arlanza a su paso por el chiringuito

El Arlanza a su paso por el chiringuito

Deberíamos ahora seguir suspirando con la historia de Kristina de Noruega, pero no tendría mucho sentido para nosotros centrarnos, ni aquí ni en ningún sitio, en lo más trillado. Sí, hay mucho gran personaje en Covarrubias : Fernán González, Chindasvinto, y otros igualmente impresionantes y a la vez divertidos, pero, ¿qué me dicen del chiringuito que hay al otro lado del río? Menudo sitio. Ahí me tomo un par de vinos más, tras atravesar las vivas aguas por una cadena de piedras que hay ancladas para el paso de peatones, sin por ello interrumpir el de los peces. Después me doy cuenta de que, o me espero un buen rato a que se evapore esta nube de vino, o me voy al agua cuando intente cruzar de nuevo. No soy ningún ágil y guapo pastor, después de todo. Más bien me identifico en estos momentos con una oveja merina.

Las lecciones de San Pedro de Arlanza

Las lecciones de San Pedro de Arlanza

Mi ruta continúa hacia el monasterio de San Pedro de Arlanza, que nada en su silencio de ruina y te ayuda a nadar en tu propio silencio. Como no hay nadie, se convierte en la mejor visita si lo que deseamos es acercarnos al edificio, estar cerca de la piedra tallada y sus dibujos en el aire, compararnos con ella y habitarla con humildad. Podría inventarse un dicho: “Más vale ruina sola que gran visita guiada”. Y podría soltar mucha verborrea al respecto de la magnífica obra que fue, sobre todo cuando de modo tan didáctico se ha ido descomponiendo a la inversa de cómo se levantó, y deja a la vista todos los recursos constructivos en marcha. No se podría asegurar si se descompone o se forma. Pero al recordarlo ahora, el mismo silencio me invade y me impide acosar al lector.

Ante todo, simetría

Ante todo, simetría

En Santo Domingo de Silos se visita el claustro medieval y la botica dieciochesca. Los parados no pagan, siempre que lo demuestren, dice un cartelito en la entrada. Me encanta Silos doblemente, por un lado su claustro es mi favorito a priori de entre los que quiero visitar. Por otro, me viene de perlas para manifestarme contra su archiconocido ciprés. Ese ciprés al que todos sabemos que los poetas cantaban, como dice el guía, y que fue árbol del año o algo parecido en dos mil algo, a mí me perturba. En sí lo aprecio, claro, y en otra ubicación lo admiraría. Pero no ahí, no rompiendo la simetría claustral, hiriendo la pureza de las arcadas, interrumpiendo con su fálica presencia el discurso místico del círculo que fluye del diseño románico. Nunca me gustó demasiado,  y ahora que paseo por el claustro, estoy a punto de talarlo. Menos mal que me acogen los detalles y me conducen por otros derroteros. Los detalles no se pueden sentir desde lejos, ni desde los libros, ni desde internet. Son de corto alcance, de una extrañeza inasible. Se perciben desde dentro de la pequeña cúpula que forman nuestros sentidos en cada momento. Desaparecen igual que se muestran, porque sí y ya está.

Detalle de un músico en el artesonado de Silos

Detalle de un músico en el artesonado de Silos

En mis viajes por el Arlanza y Burgos, llamaré la atención sobre lo desafortunado que es a veces el planteamiento de los guías y las audioguías. No como una crítica hacia nadie, sino sobre lo que se supone que se debería contar al público general, o lo que se supone que la gente quiere oir. ¿No se debería hablar, en un edificio, de la arquitectura del propio edificio? ¿De por qué no se cae? ¿No se debería mencionar, al hablar sobre los capiteles románicos y sobre la concepción espacial, el principio de simetría? ¿No se debería decir algo que sirva también para otros edificios, ya que los edificios están siempre relacionados, y así se acumula entendimiento? En Silos, con media hora de visita, no daría tiempo más que para hablar sobre la simetría. Hasta el infinito. Pero se habla de las gentes pasadas y de sus grandezas y también de sus lindezas, aunque no tanto de sus flaquezas, y todo esto es muy interesante, pero menos que lo otro, que lo contiene todo.

En La Yecla y al acecho

En La Yecla y al acecho

Salgo de Silos simétrico perdido y me enfilo por el desfiladero de La Yecla para desaliñarme un poco. Las paredes me manosean, y unos buitres me acechan desde las peñas, por si me la pego y termino agonizando en ese fondo oscuro y húmedo. Noto la energía abismal de la roca erosionada por el agua, tras las armónicas delicias de San Pedro y Silos, y los discursos de los hombres en ellas impuestos. Aquí la que habla es la montaña, de momento en voz baja, y lo saben los buitres que deben estar hambrientos.

 

 

Un niño romano vigilando el paisaje

Un niño romano vigilando el paisaje

Tras el abismo natural, me apetece de nuevo algo de civilización pero sin aspavientos, o sea, siglos del X al XV. Visito la ermita de Santa Cecilia, en Barriosuso. Llego a ella cruzando un puente, como a cada lugar que se precie en Castilla. Toma ya, el puente es romano. Y se levantó una atalaya en esos tiempos para controlar el valle, me dice el niño que me encuentro en el pórtico. Con el tiempo la ermita sustituyó a la atalaya. Creo que el niño sueña que es romano, mientras vigila el paisaje y las lejanas balas de paja desde un arco de medio punto. La ermita presenta una estética románica aplastante, tal vez demasiado aplastante para una ermita. Alrededor del XII, habría una reforma en la que echaron el resto en el pórtico. De la gracilidad mozárabe que le atribuyen, le queda poca cosa. Podríamos imaginarla. Pero no, está bien así, y en un buen sitio. No cabe duda de que nos sobrevivirá, a nosotros e incluso a Santa Cecilia.

Retuerta y más lecciones

Retuerta y más lecciones

Me desvío de la carretera que va de Silos a Lerma para entrar en Retuerta. Tiene mucho interés y nada de turismo. Probablemente sea el único visitante en estos momentos, y esto no pasa desapercibido para un hombre que me aborda sobre la marcha. Es un madrileño que se refugia aquí en cuanto puede, y me da una vuelta por el pueblo. Le propongo como guía, porque es espontáneo y dialogante. Me lleva entre callejuelas de casas de adobe y madera, muchas abandonadas, pero que se van llenando de historias. Por ejemplo, la de que el pueblo es aún pueblo como por milagro, y no un pantano. O de aquél personaje que una vez se llegó allí enfermo y perdido, y fue acogido, y más tarde construyó una escuela y un hospital para agradecerlo, devolviendo al pueblo lo que había recibido.

El madrileño haciéndose preguntas por los callejones

El madrileño haciéndose preguntas por los callejones

Emparento en mi viaje a Retuerta con San Pedro de Arlanza, con esa explicación involuntaria que hacen de cómo se construyen las cosas. Los derrumbes hablan de los levantamientos, y el silencio y el viento de las ilusiones perdidas. Vamos parándonos en nuestros propios encuadres casuales, comentándolos. El madrileño se dedica a la televisión y al cine, será por eso. Me muestra su hermoso caserón, de piedra y dieciochesco; lo ha hecho resplandecer de nuevo, y se siente en su interior como en un barco donde uno navega mejor las tormentas. La prueba es que allí sólo le afligen los problemillas domésticos, como la solución a una puerta que no cierra del todo bien. Y parece que si algún día se arregla, la felicidad será completa. Estar relajado ya es ser feliz, por lo menos. Pensé que lo suyo era beberse algunos vinos con el amable madrileño después del paseo, pero tuve que pirarme ipso facto, pues me esperaba una iglesia, y yo a las iglesias no las hago esperar.

Pero aún antes de marcharme, encuentro a la gente del pueblo en el río. Unos se bañan, algunos se tumban y otros se llevan las sillas y las mesas. Ya decía que no veía a nadie, si están todos aquí. Me siento en una piedra dentro de la corriente, con los pies sumergidos, y aspiro el frescor de la tarde. Siempre hay un río en Castilla la viejísima. Pero como el río, todo se pasa corriendo, y cuando abro los ojos ya estoy muy lejos y pensando en otra cosa.

Un ábside que hipnotiza

Un ábside que hipnotiza

Meriendo en Castrillo Solarana, pan con chorizo -no llevo camping gas para hacerme morcilla, lo tendré en cuenta otra vez-. Me pulo un par de vasitos de tinto, de paso. Acudo después a lo alto del pueblo para examinar la magnética iglesia de San Pedro. Es un edificio importante para los estudiosos del románico castellano, dada la singularidad de su cabecera. Es magnética y singular porque resulta más única al buscarle referentes. Uno se disuelve en su originalidad. Las audioguías se quedarían mudas, por falta de información. Les saldría humo por los auriculares, y emitirían pitidos de alarma y sorpresa. A mí lo que más me pone es esto, y ni corto ni perezoso me pongo a flipar mientras examino y acaricio las burlonas arquerías ciegas henchido de emoción. Pego las manos y la cara en ellas, y recorro sus traviesas molduras con los dedos. Se articulan fuera de esa armonía cósmica de los elementos decorativos del románico occidental, como si cada una contara un cuento distinto. Se percibe su individualidad por encima del conjunto. Juegan a otro juego sin salirse de la volumetría que se les exige; ¿pero cuál será?. Pienso en Siria y Tierra Santa, y en su fecundo repertorio románico con un maravilloso sustrato romano oriental. ¿Encontraría allí alguna conexión, o sólo resbalo ingenuamente sobre las pistas fantásticas de un maestro anónimo?

La gente está saliendo de misa, cuando empieza a ponerse el sol. Se dirigen a las bodegas, ocultas en la falda de la montaña. Me viene una brisa con olor a vino. Voy a ir tras ellos, a ver qué pasa.

La peña sale de misa y se plantea bajar a las bodegas

La peña sale de misa y se plantea bajar a las bodegas

Compartir
Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on LinkedInEmail to someone

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>